Numerosas agencias turísticas ofrecen excursiones hacia los principales sitios de interés arqueológico, así como salidas de buceo, una actividad altamente recomendable por la riqueza de la fauna marina. Contrariamente a lo que se podría pensar, ya que se encuentra en pleno océano, la temperatura del agua es muy agradable y no espanta al turista deseoso de un chapuzón; en cambio, intimida un poco la morfología muy rocosa de la isla, que cuenta con una sola pequeña tira de playa, en Anakena.
Aquí, a más de 3.000 km de la costa chilena, abundan los taxis y las agencias que ofrecen alquiler de auto; con tiempo y un buen estado físico, también se puede considerar la bicicleta como un eficaz medio de transporte, dada la limitada superficie y su geografía, mayormente plana.
Consideradas las dimensiones de la isla, la oferta gastronómica local es bastante variada y se caracteriza por el pescado fresco –muchas especies son autóctonas–, las langostas y los crustáceos. El tradicional método de cocción, que utiliza piedras volcánicas calentadas al fuego, sobre las cuales se disponen los pescados y las verduras, se debe a la escasez crónica de leña que padeció la isla después de su casi completa deforestación.
Sin embargo, los viajeros no suelen visitar la Isla de Pascua por su mar ni por su gastronomía: llegan atraídos por los vestigios de su misterioso pasado. Por eso, resulta de gran interés la propuesta turística de Explora, un hotel de primera clase que ofrece un fascinante viaje etnográfico, que une un servicio de lujo con el conocimiento ofrecido por experimentados arqueólogos.
En la isla tambien se pueden ver los moáis de Ahu Tongariki (el mayor centro ceremonial de la isla, con 15 moáis) que se lucen en fila, con las espaldas al mar y la frente hacia el macizo e Ranu Rarako, que fueron restaurados luego de quedar hechos casi añicos tras el tsunami que impactó en la isla, durante el terremoto que destruyó Valdivia en 1960.
Un lugar probable para tratar de lograr una respuesta a este interrogante es la cantera de Rano Raraku. Esta montaña, uno de los pocos macizos rocosos de la isla, tiene en la historia local un rol protagónico, ya que desde acá provienen todos los moáis de la isla. Al llegar, el espectáculo es sobrecogedor: decenas de estatuas de varias dimensiones; algunas terminadas, otras a medio terminar; algunas enteras, otras despedazadas o semienterradas yacen desperdigadas por la ladera de la montaña, mientras en lo alto se ven los nichos de donde fueron sacadas.
Ver también información de Valdivia.